jueves, 2 de septiembre de 2010

Salida nocturna

Entró de puntillas intentando no despertar a la oscuridad. Notó el frío suelo bajo sus pies descalzos. Le encantaba la noche y todo lo que esta ofrecía en aquella vieja casa: el silencio que deja el sueño de la gente, la oscuridad que deja el sol al marcharse, y sobretodo la tranquilidad de la soledad.
Se sentó en la gran alfombra, justo en el centro de la habitación. Cerró los ojos y se concentró en escuchar la tormenta que tenía lugar fuera de la casa. Los truenos retumbaban pero a la casa no parecía importarle. A la niña siempre le asombró la inmutabilidad de la casa ante todo lo que ocurriera fuera de esta, y le encantaba vivir las tormentas nocturnas desde aquel lugar privilegiado en el que se mantenía calentita. Permaneció allí quieta un par de horas hasta que decidió que era hora de volver a la cama.

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